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Este Toluca es portavoz de un nuevo tiempo en el futbol mexicano, un campeón atrevido y vibrante, alejado de los rígidos modelos vigentes de los entrenadores. Un proceso de reconstrucción como el de los Diablos que tenía que resistir las críticas que miden sus defectos. Exigió energía, irreverencia, convicción; demandó la pasión juvenil que habita en las ideas transformadoras. Y, como ocurre en el deporte en general, arrancó en figuras muy concretas, como el argentino Antonio Mohamed, quien derrocó sin contemplaciones al tricampeón América (2-0, 2-0 global) en otra final, de la misma manera en que lo hizo hace seis años al frente del Monterrey.
La imagen del Turco abrazado a José Saturnino Cardozo, goleador histórico en la institución escarlata, con un rosario apretado en las manos y la sonrisa de un viejo villano en el estadio Nemesio Díez tiene su origen en 2014, cuando al terminar su ciclo con un título en las Águilas y enterado por los medios de comunicación de la contratación del uruguayo Gustavo Matosas para sucederlo en el cargo antes de finalizar su contrato, recordó que el verdadero triunfo no se mide siempre en trofeos. No me gustaron las formas, se lo dije a la cara a todos: les dejo la Copa, me llevo mi dignidad, dijo en aquel entonces. Más de 10 años después la venganza no termina.
Desde la época de Cardozo, los uruguayos Vicente Sánchez y Carlos María Morales, todos dirigidos por Enrique Meza, no se recuerda un equipo tan dominante y eficaz como este Toluca. Si no era Alexis Vega o el goleador portugués Paulinho –ausente en el partido de ida–, otros lograron corresponder el inmenso mérito de jugar en equipo. El zaguero Luan García Teixeira hizo el 1-0 en un tiro de esquina (65), Sebastián Cáceres derribó a Robert Morales dentro del área y Alexis Vega, a quien este deporte le debía un final así, convirtió el 2-0 que sentenció todo desde el manchón de penalti (82).
En los Diablos no hay aventuras verdaderas sin símbolos que las trasciendan. Vega, capitán y figura, abandonó el terreno de juego con una ovación de pie que incluyó al propio Cardozo, cómplice de su regreso a la institución escarlata. El paraguayo miró desde un palco de transmisión la cumbre a la que llegó el mexicano, orgulloso de su carácter y con la corona de rey que tanto anheló desde su paso por fuerzas básicas.
Detrás de las 16 coronas del América en primera división y las 12 del Guadalajara, el cuadro mexiquense volvió a ponerse en pie como uno de los más ganadores. Tuvo que derrocar el tiempo de las Águilas y la posibilidad de un histórico tetracampeonato para recordarle a sus fieles seguidores que han vuelto a la cima que echaron de menos desde 2010, año de su último éxito en la Liga.